lunes, 20 marzo 2023
viernes 28 de octubre de 2022 - 12:00 AM

Con ojos de mujer

De entre los cambios que la modernidad trajo consigo a Occidente hay uno que mantiene por sobre los demás toda su fuerza renovadora en pleno siglo XXI. No habiendo acabado su lucha ni su ímpetu hasta que todas las mujeres del mundo se hayan emancipado, el fuego de su causa se conserva en un lugar «en donde nunca se apaga», para decirlo recordando el precioso cuento de May Sinclair.

Una parte de todo esto empezó en el siglo XVIII, momento en el cual los debates intelectuales comenzaron a ser dados no en latín sino en francés, y no en los círculos académicos de las cortes sino en los cafés y salones abiertos al público. Según relata Jonathan Israel, desafiando el sistema de creencias del pasado la Ilustración les daba la vuelta a los patrones existentes de relaciones entre ambos sexos, no sin encontrarse (paradójicamente) dentro y fuera del mismo movimiento ilustrado con férreas oposiciones.

Con todo, por más que muchos se resistieran, lo cierto es que si las nuevas teorías cambiaban lo que se pensaba sobre la naturaleza y el universo, lo hacían tanto para hombres como para mujeres. Así, cuando los defensores de la tradición afirmaban que había algo en las mujeres que las inclinaba menos al pensamiento y a la filosofía y que las hacía devotas por naturaleza, John Toland podía contraargumentar que la tal piedad y falta de inclinación intelectual femenina desaparecería una vez que gozaran de las mismas ventajas educativas que los hombres, pudiendo leer, viajar y escoger su propia compañía. La Marquesa de Lambert, por su parte, lo decía también en 1727: la tiranía de los hombres existe no por un derecho natural sino gracias a la fuerza y la coerción.

No ha sido ni fácil ni uniforme este proceso de emancipación, pero gracias a él nuestra experiencia del mundo se ha enriquecido sobremanera. Al lado de las magistrales versiones de la vida que los hombres de genio han dado literaria y artísticamente hablando, hoy podemos poner las magistrales versiones de tantas mujeres geniales. Anoche veíamos Las playas de Agnes y hoy solo sabemos dar las gracias por ese giro que la historia dio hace trescientos años. Por él, una vez más, podemos ver el mundo con ojos de mujer.

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