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Simón José Ortiz
Viernes 06 de enero de 2023 - 12:00 PM

La hazaña mora

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Después de desayunar con olivas, khobz (uno de los panes tradicionales de Marruecos), queso fresco de cabra y tortilla nos subimos al carro que encontramos al precio más bajo en la oficina de alquiler del puerto de Tánger. La comida que acabamos de comer es sencilla pero nutritiva y, a su manera, habitúa el cuerpo al nuevo clima, arenoso pero verde aún, semidesértico, soleado y frío: curiosamente, con un par de bocados de comida auténtica queda el cuerpo ligero y fuerte para aguantar las varias horas que restan de camino.

Nos dirigimos a las montañas del Rif y a Chauen, pueblo de casas azules con blanco, poblado de gatos, perros y ovejas, que hacen pensar en Andalucía cuando estaba bajo el dominio musulmán. Porque sí, una parte de Europa fue musulmana (y por varios siglos), y fue en parte gracias a la luz de su cultura que la Edad Media llegó a ser un periodo lúcido y cautivante, distinto de lo que pinta ese sonsonete ilustrado empeñado en que miremos el mundo medieval como algo oscuro, atroz.

Fueron tiempos en los que tres culturas coincidieron y dialogaron en España y en los que se conservaron y transmitieron muchas de las ideas que hoy nos tienen en donde estamos. Las bibliotecas de Córdoba y Granada, entonces, albergaban colecciones prodigiosas y teólogos, filósofos, poetas, copistas, arquitectos, matemáticos o ingenieros erigían admirables edificios y jardines, bien con palabras y razonamientos o bien con agua y mármol. A través de la España musulmana fueron regresando a Europa manuscritos que se daban por perdidos (de Aristóteles a Euclides) para darle un empujón al algo soso espíritu europeo de la época, y a medida que los moros se expandían por la península brotaban de la tierra palacios irrepetibles y asombrosos, adornados con «gratos laberintos de agua entre los limoneros».

Y mientras nos adentramos en el país pensamos también en otra huella que dejó el dominio musulmán en nuestra lengua a través del árabe. Son miles de palabras y como por entretenernos nos ponemos a enumerar las que se nos figuran más bellas. En un primer barrido nuestras veinte más queridas son, desordenadamente, las siguientes: almohada, alcaparra, algodón, algarabía, azafrán, almirante, ajedrez, aljibe, álgebra, alhelí, alacrán, gandul, rehén, elixir, azucena, baladí, cifra, daga y, finalmente, hazaña, la hazaña mora.

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