El paro minero que se lleva a cabo en el Bajo Cauca antioqueño ha dejado imágenes verdaderamente lamentables. Dos ambulancias incineradas, una mujer embarazada que no puede llegar al hospital y “protestantes” jugando en la vía con la camilla que usan los paramédicos para salvar vidas.
Todos los elementos de ese triste cuadro dan una muestra de la degradación a la que ha llegado nuestra sociedad. Como muy bien lo expresó el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, “esto no se ve ni en los conflictos más agudos”.
Las dificultades de orden público han impedido el traslado de cilindros de oxígeno, medicamentos e insumos quirúrgicos hacia hospitales de la zona, lo que se ha traducido en más de un centenar de cirugías canceladas. Esto sin contar que muchas personas han perdido sus citas programadas o no han podido movilizarse ante emergencias.
Es paradójico cómo durante la pandemia se hacía un merecido reconocimiento al personal de salud y después, en momentos de tensión, se generan toda clase de obstáculos para que no puedan realizar su trabajo. Pasamos de los aplausos en los balcones a las amenazas en las vías, una situación que no es justa y merece que todos alcemos nuestra voz de rechazo.
No puede volverse costumbre que toda manifestación termine en actos que vulneren la integridad de las personas enfermas o de las misiones médicas. Esto que pasa hoy no es un hecho aislado. En 2021, durante las protestas desatadas por el proyecto de reforma tributaria del Gobierno Duque, se vivió un panorama más alarmante.
Sólo en una semana de ese año, entre el 28 de abril y el 6 de mayo, se registraron 126 ataques contra la Misión Médica. De ese total, 64 fueron lesiones personales y amenazas contra el personal de salud, y 62 fueron ataques a ambulancias, tripulantes y pacientes a bordo.
Cuando se presentan estos hechos, el Gobierno manifiesta enérgicamente su rechazo y condena la violencia, como es debido. Sin embargo, tras ver lo que ocurre hoy y lo que ha sucedido en el pasado, es necesario que se tomen las medidas necesarias para prevenir y no lamentar. Es evidente que los profesionales de la salud necesitan de un mayor respaldo para adelantar su trabajo en este contexto.
Como sociedad nos corresponde hacer conciencia sobre la importancia de la labor que ellos realizan y promover el respeto y la empatía. En cualquier momento seremos nosotros o nuestros seres queridos los que requerirán de su servicio.
