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Victor Castillo
Viernes 07 de mayo de 2021 - 12:00 PM

Una luz en medio de la tormenta

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Lo sucedido en los últimos días lo pudiéramos describir como la tormenta perfecta. Mientras sentimos los efectos de la tercera ola de la pandemia del COVID-19, con una sociedad cansada por las restricciones impuestas hace más de un año, aflora el inconformismo de la población por el aumento de la pobreza. A pesar del riesgo de propagación del virus y los toques de queda ordenados por los mandatarios con la intención de evitar los contagios, se ha generado un estallido social con grandes manifestaciones de la ciudadanía.

El panorama se agrava con el déficit en la capacidad de producción de oxígeno, como lo anunciaron las plantas fabricantes en Colombia, que enfrentan un exagerado aumento en la demanda a nivel nacional y afectaciones por el paro camionero que tiene bloqueado el libre tránsito de mercancías entre las ciudades.

Aunque se había advertido el grave riesgo de desabastecimiento de los insumos básicos para la operación de los hospitales en tiempos de pandemia, especialmente en lo referente a los gases medicinales, no habíamos dimensionado la gravedad de la situación y el pánico de enfrentarse a que nuestros pacientes con dependencia de oxígeno pudieran fallecer masivamente ante la carencia del mismo.

Enfrentados a este grave riesgo, hicimos un llamado angustioso pidiendo ayuda, lo que generó una enorme solidaridad en todo el país. Fue increíble la cantidad de personas que se comunicaron y realizaron gestiones de toda índole para evitar que esta tragedia anunciada se volviera realidad. Quiero agradecer a todas aquellas entidades y personas que intervinieron, especialmente a la Cruz Roja, que a través de la Misión Médica realizó un maravilloso trabajo para que el convoy de carrotanques pudiera llegar a la región para abastecer a los hospitales. También nuestro reconocimiento a Messer, nuestros proveedores, que hicieron hasta lo imposible; a Oxígenos de Colombia que nos permitió disponer de cuatro termos con oxígenos para suplir las necesidades mientras nos reabastecíamos; a los centros médicos que prestos nos enviaron cilindros de oxígeno; a la comunidad que hizo eco de nuestra petición y nos ayudó a cuidar vidas, y a las autoridades de todos los niveles, Policía Nacional y fuerzas militares, entre muchos otros, que apoyaron esta labor.

Estas pequeñas victorias en medio de un ambiente de tensión nos demuestran que sí es posible lograr acuerdos para respetar la vida. Es urgente que se normalice la circulación de vehículos a través de nuestras carreteras. Abrigo la esperanza de que se logre un verdadero diálogo entre los diversos sectores del país, en el que prevalezca el interés común sobre el particular y se tenga la disposición de construir. Esta es la única vía que nos permitirá detener la violencia y avanzar como nación. Los colombianos nos lo merecemos.

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