Luego de provocar un gran revuelo con sus procaces declaraciones plagadas de acusaciones hacia la campaña proselitista del presidente Gustavo Petro, Armando Benedetti, se excusó públicamente por su comportamiento, guardó silencio y viajó a Estambul para, según él, atender un asunto familiar. El país, mientras tanto, ve cómo se apagan las luces de una crisis política de grandes dimensiones, que poco a poco es cubierta con las sombras del olvido, sobre todo por el empecinado silencio que sobre el caso guardan personajes principales de la trama, como el mandatario nacional o el exgerente de la campaña, hoy presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa.
De las acusaciones de Armando Benedetti pueden desprenderse consecuencias de suma gravedad para la actual administración, por lo que debe esperarse de parte del presidente y de quienes fueron los directivos de su campaña, en especial de su gerente, la máxima disposición y claridad sobre sus decisiones y actuaciones en el interregno proselitista, pues los señalamientos que recibieron son de una persona que trabajó hombro a hombro con ellos y que ha apuntado hacia la posible comisión de indelicadezas e incluso delitos en el manejo de los dineros de la campaña presidencial.
Nuevamente la gobernabilidad está afectada, como se han entorpecido también las discusiones en el trámite de las reformas sociales en el congreso, que incluso llegó a paralizarse un día entero por causa de la agitación resultante de las declaraciones del exembajador en Venezuela. Pero, así como el ejecutivo y el legislativo sufrieron el impacto de estos hechos, la nación entera sufre aún el desconcierto derivado de toda esta situación y mientras unos apuntaban hacia la necesidad de que se aclare con urgencia la veracidad y las responsabilidades de lo dicho por Benedetti, otros salieron a las calles a respaldar al gobierno, todo lo cual nos deja un panorama de inestabilidad que a nadie conviene.
Mucho de todo esto tendrá solución en la medida en que el presidente Petro y su exgerente de campaña Roa, den la cara y ofrezcan las explicaciones y las pruebas necesarias para que o bien se despejen las dudas, o bien la justicia pueda establecer e individualizar las responsabilidades de las actuaciones que se dieron entonces y que puedan estar fuera del marco de la ley. Las excusas presentadas por Benedetti y su reconocimiento de que habló en estado de alicoramiento no pueden ser elemento suficiente para dar por cerrado un caso con la trascendencia que este contiene.
