Publicidad

Editorial
Martes 18 de enero de 2022 - 12:00 PM

Hablemos de integración, especialmente de los niños

Compartir
Imprimir
Comentarios

Muchas veces, en muchos campos de la vida, desde la inocencia que mantiene su alma limpia, los niños expresan verdades y dan ejemplos contundentes sobre muchos aspectos de la vida, entre otros, el de la convivencia, porque ellos suelen entenderse muy fácilmente con sus iguales, compartir sus ideas, sus pertenencias, incluso sus familias, sin que tal intención sea mediatizada por prejuicios, odios heredados o algunas otras mezquindades que sí enturbian el juicio de los mayores. ’Mi panita, mi amigo’ es un programa del que nos sentimos orgullosos por haber promovido desde allí el respeto por los inmigrantes y el combate inclaudicable a cualquier forma de xenofobia.

Este programa, que cubrió las plataformas digitales e impresa de Vanguardia, incluyó a los niños de 8 a 14 años y vinculó a alrededor de 400 estudiantes colombianos y migrantes venezolanos para crear contenidos que reflejaran sus realidades, no solo para destacar sus historias, sino también para fomentar espacios de confianza, respeto o identidad que pudieran contrastarse con las expresiones xenofóbicas y que, a la vez, promovieran la fraternidad entre los habitantes de ambos países, propósito que se cumplió, como decíamos, gracias a los sentimientos desprevenidos y transparentes de los niños.

Conocimos y publicamos decenas de historias conmovedoras, ejemplares, edificantes de niños que han enfrentado distintas dificultades, carencias, incluso desprecio, pero que han superado todo eso y hoy luchan por cimentar una vida que les permita construir un futuro digno y alentador. En términos generales, la vida de los migrantes venezolanos, principalmente de los niños, es en extremo difícil cuando a la penosa situación económica que afrontan, se suma la agresión, la exclusión y el estigma con que muchos de nuestros compatriotas los tratan, de forma obviamente injusta, sobre todo cuando provienen de un país que vivió por décadas el mismo fenómeno, cuando fueron los colombianos los que migraron por millones a Venezuela.

Los niños de ‘Mi panita, mi amigo’ demostraron que no hay razones de fondo para rechazarnos, odiarnos o perseguirnos unos a otros, sino que, cuando miramos desprevenidamente al prójimo, aprendemos que somos nosotros mismos, en tanto nuestra condición humana nos hace esencialmente iguales y sujetos de consideraciones y derechos que, de cumplirse, nos harían la vida mucho más satisfactoria a todos. Aprendamos de los niños su lección de convivencia, fraternidad y solidaridad, y edifiquemos para los migrantes y para nuestras comunidades el mundo amable que queremos tener.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí y únase a nuestro canal de Whastapp acá.

Publicado por Redaccion Editorial

Publicidad

Publicidad

Tendencias

Publicidad

Publicidad

Noticias del día

Publicidad