Entre las varias deudas sociales que deja el gobierno de Juan Carlos Cárdenas en Bucaramanga, que pronto entra en su último trimestre, quizás la mayor es la de la seguridad, un área determinante de la calidad de vida de los bumangueses en la que prácticamente nunca se logró avanzar. Indudablemente Cárdenas recibió de su antecesor una situación de seguridad bastante deteriorada, pero, aunque la ciudadanía esperaba del entonces nuevo alcalde, una acción nueva, vigorosa y eficaz contra el avance inusitado del delito, ni entonces ni ahora se vió que tal cosa ocurriera y, por el contrario, en muchos campos se perciben y se viven retrocesos.
Eso es lo que encontramos en el Informe de Calidad de Vida, elaborado por el programa Bucaramanga Metropolitana Cómo Vamos, que nos mostró un área metropolitana desbordada por la acción impune de una delincuencia que aumenta y actúa con toda tranquilidad, ante los ojos aterrados de una ciudadanía que así como es víctima o testigo de un raponazo, también puede serlo de una ejecución por la vía del sicariato, en lugares y horas de alta concurrencia de personas, lo que, por supuesto, causa una angustiante sensación de peligro en las calles.
Los usuarios del transporte público, según lo que estableció el programa BMCV, son las víctimas más frecuentes de la delincuencia en el área metropolitana, lo que significa que estas personas han tenido que someterse a la angustia de saberse objetivo de los delincuentes que dentro de los vehículos del sistema actúan para llevar a cabo tanto asaltos, como hurtos, raponazos, o también distintas formas de agresión sexual. La situación se puede resumir muy fácilmente al saber que, según estudios nacionales, la inseguridad en los buses del Sitm y convencionales es la segunda más grave en el país, donde solo nos supera Bogotá.
Preocupa que sobre la seguridad, de los candidatos a alcalde de Bucaramanga sólo se han oído o posiciones extremas de dudosa operatividad y conveniencia, o propuestas que no van más allá de la demagógica promesa de acabar con la delincuencia por la vía de las medidas policiales que, a todos nos consta, son totalmente insuficientes, pues es un fenómeno estructural y no coyuntural el que la regenera permanentemente. En esta poco esperanzadora encrucijada es que nos encontramos hoy los bumangueses, entre una administración que termina sin resultados en seguridad y una entrante que, por lo que se ha visto, no ofrece una idea que tenga una significativa posibilidad de enfrentar con éxito el deterioro de la seguridad en la ciudad.