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opinion/editorial
Domingo 12 de septiembre de 2021 - 12:00 PM

No podemos quedarnos quietos cuando aumentan los intentos de suicidio en la región

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Las cifras oficiales en Santander muestran un inusitado aumento del 26% en los índices de intento de suicidio en la región, conducta en la que mayoritariamente incurren los jóvenes entre 15 y 24 años. No podemos mentirnos como sociedad y debemos reconocer cuanto antes que existen, además de las patologías personales de muchos de estos muchachos, algunas otras, ya del orden familiar y social, que están afectando gravemente a nuestra juventud.

En efecto, la depresión y la ansiedad se han detectado por parte de las autoridades de salud, como causantes principales de estos crecientes intentos de suicidio en los jóvenes, considerando que quienes sufren ansiedad, deben enfrentar también sentimientos a veces extremos de temor o pánico, por tiempos prolongados, quedando así sometidos a una situación verdaderamente angustiante, que si no se atiende oportuna y adecuadamente puede derivar en decisiones fatales por parte de los pacientes que, en el caso de los más jóvenes, pueden vivir también situaciones de falta de comprensión o diálogo con sus familiares que deberían ser precisamente los primeros en advertir la situación y, por lo tanto, quienes deberían orientarlo y protejerlo hasta llegar a las manos de un profesional.

Pero, además de las múltiples circunstancias de orden personal que pueden llevar a un joven hasta la situación extrema de intentar quitarse la vida, están también los mensajes de su entorno y si este es, como sabemos que sucede en nuestra cultura, un medio altamente agresivo y violento, en el que se dan presiones de toda índole y se acude al acoso como forma de intentar regular o someter la voluntad de las personas, entenderemos que en la aparentemente fría estadística relacionada con el suicidio todos tenemos responsabilidad y debemos asumirla en la familia, en los círculos sociales próximos, en el sistema educativo en todos sus niveles, cuando menos.

La situación, como se ve, nos indica muy claramente que nuestros jóvenes necesitan de sus pares y de sus mayores para adecuarse a un mundo cada día más interconectado, menos controlable, en el que las personas son cada vez más vulnerables y están expuestas a situaciones de riesgo que pueden llenarlos de ansiedad y conducirlos hacia límites en extremo peligrosos. Fortalecer en el sistema de salud las redes de apoyo a la juventud y voltear la mirada de la sociedad y la familia a los jóvenes son decisiones que hoy revisten categoría de urgencia para frenar y reducir estas dolorosas cifras de intentos de suicidio en el departamento.

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Publicado por Editorial

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